DISCURSO DE PRESENTACION DE LA NUEVE



Andrés Villa


La publicación y presentación de esta novela, La Nueve, es una satisfacción muy grande para mi espíritu. Es la culminación de un esfuerzo, de un proyecto que necesitó constancia, interés de mi parte y ayuda de otras personas. Pero sobre todo es la complacencia de haber creado una trama, una historia muy singular con principio y final sobre un tema conflictivo como es la violencia de las pandillas de las calles. Una obra coherente tratándola de dotar de belleza literaria. Le toca a la crítica, a los lectores juzgar si lo he conseguido. En Panamá en muchas actividades y sobre todo en la literatura necesitamos de la crítica para ser mejores.


Una novela son las flechas que salen del arco del escritor y atraviesan el espacio dando en diversos blancos, consiguiendo diferentes resultados e interpretaciones. La obra se aleja de su autor para convertirse en propiedad de aquel que abrió las cubiertas del libro y se atrevió a internarse en las sendas de cada capítulo. Una novela puede llegar a dimensiones desconocidas, al teatro, al cine, a la televisión, y entonces será apreciada por muchos o quedarse relegada a un rincón de una estantería donde puede servir de base para las telas de las arañas.


Me dijo una vez, una persona a quién entrevistaba, en mis labores de relaciones públicas o de reportero y fotógrafo que lo que pasaba era que a mí me gustaba comunicarme. Y es verdad, es lo que hago a través de mis reportajes periodísticos, en revistas, con mis fotos que este año han logrado algunas portadas de directorios turísticos, prestigiosos por cierto como Revista Selecta y Focus Panama. Pero nada se compara con la comunicación literaria que logra un autor con la sociedad.


Es por eso que al elegir publicar mi primer libro, entre una novela histórica que tengo en la computadora, esperando el mágico momento de salir a la luz, el primer o el segundo libro que agrupe o divida mis cuentos, me decidí por La Nueve, una historia alrededor de una pistola letal “Negra, descascarillada, pesada, herrumbrosa, pero bella según el punto de vista de dos menores de edad, Dumbo y Calitìn, mis personajes que al tenerla entre sus manos, enseguida se vieron arrastrados en una violenta vorágine de hechos que cambiaron sus vidas para siempre.


Pandillas, hoy esta palabra está maldita, pues sirve para identificar un tema en el que se reflejan asesinatos, robos, que copan las portadas de los diarios, y hasta han cautivado la atención de los directores de noticias de canales televisivos que los prefieren sobre otras crónicas. El tema de las pandillas forma parte de nuestra cotidianidad. Ya es un pedazo de nuestra historia social, pues ha cambiado la forma de vida de nuestros sectores populares, modificando sus comportamientos económicos, segando vidas, llevando luto a centenares de familias. Las estadísticas de homicidios de y por menores se incrementan año tras año.


El problema es serio. No permite el desarrollo de pequeñas empresas en estos sectores que antes mantenían una intensa actividad, respondiendo a la demanda de sus vecinos. Restaurantes populares, fondas, cantinas han tenido que cerrar y sus dueños muertos en asaltos a mano armada. Estos hechos son parte de algún capítulo de La Nueve. Y hasta las humildes billeteras han tenido que mudarse a sitios más seguros. Ellas también son protagonistas de las páginas del libro que registra el folclor popular de nuestra ciudad, de la venta y compra de chances de la lotería.


Estos son detalles que la sociología y la historia dejarán de lado al registrarlos para generaciones posteriores, pero que la literatura capturará y se los presentará en bandeja de plata al lector que se ocupe de mi novela.

La literatura es mágica. Siempre lo ha sido, por eso, desde que aprendí a leer, muy temprano en mi infancia de la mano de mi hermana Merce, a la que le doy las gracias aquí en este acto, se abrieron para mí miles de caminos hacia mundos fantásticos, donde habitaban maravillosos personajes y descubrí entonces, que la humanidad es capaz de la generosidad, de la crueldad, de la bondad, de la amistad, de la envidia y la maldad. Todos estos sentimientos, como papel de regalos brillantes y coloridos envuelven aún a las brujas, magos, genios, hadas, los reyes, los príncipes azules, las bellas princesas y personajes y animales de los cuentos infantiles.


Entonces vemos que la Literatura es la mejor forma de documentar los hechos históricos y trasladarlos a generaciones posteriores. Gracias a esa mala costumbre de escribir los hechos y publicarlos sabemos como fue el sitio de Troya, y el viaje homérico de Odiseo, los problemas de la corte francesa en los tiempos de los mosqueteros que tan bien nos regaló Alejandro Dumas. O que en las poblaciones colombianas similares al Macondo de García Márquez, se dan una universalidad de hechos que de igual forma pueden pasar en la India, en una aldea africana o en una ciudad de Rusia. Y que esos personajes pueden ser similares al Quijote de Cervantes


Yo tenía la necesidad de documentar estos hechos que se dan hoy en las calles de la ciudad de Panamá, San Miguelito o Colón y lo hice por medio de La Nueve. Pero traté de hacerlo de forma que la trama encaje perfectamente en una ciudad brasileña, en San Salvador, Tegucigalpa, Cali o en Buenos Aires. Todo aquí es ficción, como lo dice en la cubierta del libro que tan bien diseñó Julio Cueto y fue impreso en la imprenta Árticsa de mi amigo Heriberto Hidalgo.

Para escribir mi novela eché mano a todos los recursos, a las herramientas que atesoré durante años, con la lectura que en cierta forma es el estudio de nuestro idioma español. Pero eso no fue suficiente para escribir La Nueve, tuve que ir a los conocimientos adquiridos en la misma universidad a la que asistió el célebre Tres Patines, a la Universidad de la Vida, la de las calles y entonces me resultó más fácil. Vengo de un barrio en donde Tres Patines es un héroe y que después de oír en la radio, “ La Tremenda Corte”, un programa con una vigencia de décadas, sales afuera y te encuentras con decenas de maravillosos “tres patines” que buscan su sustento. Conozco el tema, pues conozco estos barrios. Crecí en uno y pertenecí a pandillas. Las pandillas no son nuevas, su forma de comportarse sí. En todas las calles de mi barrio había pandillas. Pero era de chicos normales a los que la afinidad en la música, al baile, en el deporte hacía caminar y pasar mucho tiempo junto. Así nacieron grandes amistades y se atesoraron grandes recuerdos.


Ahora es el momento de dar el reconocimiento al Diplomado de Creación Literaria de la Universidad Tecnológica de Panamá, un espacio de docencia cultural que me abrió la puerta al mundo de los escritores, al mundo de la ficción con compañeros de ácidas críticas que abrieron mi mente y por fabulosos profesores que enriquecieron mi espíritu con sabias indicaciones y con los deseos de ser parte de la literatura panameña. Endara, Valdès, Jurado, Sinán, Barría, Jaramillo Levi, Blades, Britton, Gómez, Collado, son nombres que forman un legado cultural al que pretendo formar parte.


Muchas Gracias.


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