CAPITULO I


 
Tenía la nueve en la mano. Sus ojos se iluminaron con el mismo  fulgor  de  sus años  infantiles, cuando  vio los juguetes de sus vecinos. Negra, descascarillada, pesada,  herrumbrosa, para él,  una belleza. Eran raros  pensamientos  los que pasaban por su mente. No supo  por qué,  pero aquel objeto  lo sentía femenino. Las  formas de la pistola 9 milímetros le hicieron recordar  la sensualidad de  la cintura y las  caderas  de las chicas del barrio, cuando pasaban por la esquina de su calle.   Acarició lentamente la empuñadura y trató de meter los dedos y palpar el gatillo,  pero las gratos  sensaciones se  esfumaron  abruptamente, cuando  Dumbo se la arrebató.
--¡Ya ta bueno, ya la viste! ¡Querías tocarla,  ya  lo hiciste-¡--   le regaló una mirada fiera, de aquellas  a la que lo tenía acostumbrado desde que comenzaron  a ser partes de la   pandilla y a  realizar juntos  pequeños delitos.
Conocía a Dumbo desde siempre. Sus familias eran vecinas del mismo  viejo caserón de madera, de aquel barrio   que cada vez  lucía peor.  Nunca  pensó que su amiguito de infancia se transformara  de esa manera. Una cosa era matar gatos a palazos o soltarles cohetes a perros sarnosos, pero después  vino lo de  arrancar carteras a  viejas señoras. Y  lo más grave, asaltar a las billeteras  con  pistolas de juguete. 
 Dumbo  ejercía sobre él una rara fascinación. Lo admiraba por sus habilidades en el fútbol, o porque nadaba más rápido en la piscina.  Se decía que  pensaba rápido y bien. Siempre  llevó la  voz cantante en el grupo. El decidía  a dónde  y cuándo ir.
Dumbo  era moreno, alto y espigado, pero todavía tenía apariencia de  jovenzuelo. Su pelo no era lacio del todo  y   lo lucía  al rape como Ronaldo el jugador brasileño. Todo le salía bien a Dumbo.
Él había tenido que seguir sus pasos y adecuar sus maneras a  la nueva situación, para no quedarse atrás. Siempre había sido así  desde pelaítos.
 La noche anterior Dumbo había disparado contra  la gente de la calle arriba.  Un grupo de mozalbetes como ellos, a quiénes  también conocían desde siempre. Ahora el también debía asumir  la responsabilidad del hecho  pues todos lo identificaban como su amigo.
Dumbo   guardó  la pistola en la pretina de su pantalón y se movió hacia la luz. Dio la vuelta por el pasillo y sigilosamente  caminó   hacia el balcón.  Enseguida  regresó y le dijo,
 ---- Vámonos,  parece que  too  ta bien.
Cruzaron la vía y se perdieron por el callejón hacia la otra calle. Estos eran  oscuros y sucios espacios que  separaban  las casas del barrio. Caminaban  por los bordes  evitando    pisar las partes  mojadas de la zanja del centro. Uno nunca sabía que era lo que por allí corría.  Eso sí, el olor  no auguraba nada bueno.  Así dejaron atrás la zona que juzgaban peligrosa.
Calitín era diferente a Dumbo. Su tez era  más olivácea, su  pelo era cholo, y lo lucía  a la moda, rape a los lados,   dejándolo más poblado en la parte superior. Un corte doble tono como  le decían. Sus  alargados y orientales  ojos  eran la  huella de algún marino de las Filipinas que  pasó por Panamá.
 Seguían por la avenida. Siempre  caminado junto a la pared y viendo con disimulo hacia todos lados.   Los juegos infantiles de antes le servían ahora para moverse  rápidamente   sin llamar  la atención.
..¿Adónde vamos?— preguntó.
 --Tas ahuevao, sígueme. Vamos a conseguíte   otra herramienta.  Y además,  Tabo nos va a da un montón de gramos pa´ que controlemos esta parte del barrio. ¿No quieres tené lo tuyo? Quieres seguir siendo un perrón.  Es hora de tirarse al ruedo.
Llegaron hasta  aquel edificio de mampostería de varios pisos, con el aspecto de deterioro que los años y la falta de mantenimiento  le regalaron. Entraron por el zaguán y se movieron por pasillos que se repetían.  Esa casa siempre les había parecido un laberinto.  Enfilaron hacia los pisos  superiores. De pronto, dos mozalbetes armados como ellos  aparecieron  de  las sombras de uno de los descansos de la escalera y los encañonaron. 
---Alto ahí, pa onde van.  ¿Quiénes son ustedes?---
 Más atrás apareció otro  tipo,  un poco mayor que todos,  con un humeante  cigarro en la mano. ---Cálmense, ellos son los bultos de  la calle 35.  Ellos tan  bien.— dijo a  los  que guardaban la escalera, sin dejar  de fumar.  Una sonrisa malévola, con algo de desprecio  hacia los recién llegados, se dibujó en sus labios. Enseguida  miró autoritariamente  a  Dumbo y le dijo:--- ¿Traes  encima lo que te di?
 Otra bocanada de humo llenó el  corto espacio donde se agrupaban   los cinco  jóvenes. Dumbo  con mucho cuidado  movió su suéter e  insinuó el bulto que se notaba bajo su pantalón.  Miró al tipo  un poco mayor que ellos con mucho respeto y algo de sumisión, se diría que con algo de temor también. De la misma manera que había obligado a Calitín a tratarlo a él.
---Tranquilo, tranquilo, déjala ahí.—y volvió a darle una apasionada chupada al cigarrillo de marihuana..
 --- ¿Tabo, estos son los que van a mover la mercancía  en ese wing? Tas seguro que ellos pueden con eso. ---   
--Cálmate Fulo. Yo sé lo que hago. Allá ellos si no pueden. ¡Esa es una resposabilidáaa!  Tienen que pararse bonito.  Los pelan  los de allá, o los pelamos nosotros. Ya saben,  ya Yo se los advertííii---
Al hablar, Tabo gesticulaba y los señalaba con  los índices de ambas manos. Al mismo tiempo hacía  muecas agresivas con sus labios y  sus ojos enrojecidos por la droga, lanzaban   terribles augurios. 
 El Fulo  se  apartó  para  ver mejor  a los extraños. Luego se les acercó lentamente enseñándoles  el revólver conque les dio la bienvenida.   Lo levantó  y se los pasó amenazadoramente  frente a sus  caras.
 La  presencia de ambos  le repugnaba. Era algo en su espíritu, los veía como  sus rivales y enemigos. Sentía que él era mejor que ellos en todo sentido. Esos bríos que corren por las venas de los muchachos, esas ansías de competir que hay en todo animal joven, en él, tenían algo extremo. Pasó por su mente un sentimiento de que los podía exterminar si era necesario. Sin ningún motivo y sin arrepentimiento.
--Mírenla bien... . Ta azuquita, con gana de dale cuero a  alguien. Jueguen vivo con lo que les dijo Tabo. Vengan completos—
. Calitín no decía nada. Dumbo  sonrió  con una mezcla de temor y desafío.
 --¡Uuuuuu cuál es la cizaña! Nosotros vamos al cuero.
Tabo sonreía y fumaba.
--Bueno Fulo, deja a los pelaos. ¡Vamo a vé! ¿Quieren estar en las grandes ligas? ¡Van a tá!—y mirando al compañero del Fulo le dijo-- Dale  una bolsa y ya sabes, tú y el Fulo tienen que cobrar esa mercancía.
Al hablar cortaban y alargaban las palabras según el momento y las adornaban con una entonación que además era  obedecida por el balanceo de sus cuerpos.   Dumbo  se  guardó el envoltorio  lleno de sustancia blanca entre sus piernas. Acomodó   la pistola  en su espalda y se despidió de sus mentores. Comenzaron a desandar la ruta previa,   pero  antes de salir a la calle,  miró a Calitín que lo seguía y le dijo—Mejor será que nos separemos. Yo me la voy a rifá con esto.  Si nos encontramos a la ronda de tongos juntos damos más sospechas.---
 Si eso pasaba los  detendrían y de seguro les  pedirían  la cédula. Cómo si esos policías no supieran  que eran   menores de edad. Y si los  registraban, estaban  listos.
--  Eso sí-- agregó—Anda delante. Nos vemos en la casa de Dorita. –Y se separaron.



No hay comentarios:

Publicar un comentario